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PININA & ROMERO Esta es la historia de Pinina, el colibrí, Romero, el coyote. ¿Alguna vez se te había ocurrido que estas dos especies podrían estar juntas? ¡Me emociona contarte el inicio de esta historia! En lo más profundo del bosque, un pequeño colibrí volaba con prisa. Sus colores, alguna vez brillantes, ahora parecían apagados. Pinina, preocupada por encontrar alimento, llevaba días sin la energía que solía tener. Finalmente, tuvo que tomar una decisión: salir del territorio y romper sus propios límites, adentrarse al bosque espeso que sus compañeros decían que era "peligroso". Pinina era un colibrí ágil, independiente y autosuficiente; eso fue lo que aprendió, ya que había sido constantemente apartada por otros colibríes. Esto pasaba porque le tenían mucha envidia; sus colores brillantes y su carácter fuerte no eran bienvenidos entre sus compañeros. Pinina aprendió a crecer sola pero esto la hizo mucho más fuerte y a la vez muy fría. Valiente, tomó la decisión de adentrarse al bosque. Un poco temerosa y rompiendo con todos sus miedos, emprendió el viaje. Mientras tanto, en el centro del bosque espeso, un coyote perdido daba vueltas en una misma dirección buscando a su manada. Ahí estaba Romero, curioso y distraído, quien, por perseguir el olor a quemado, pensando que era un volcán en erupción, perdió de vista a su manada. Romero siempre tendía a estar inmerso en su propio mundo. "Ay, pobre Romero, algún día iba a pasar", pensaba su familia. Un poco frustrado, seguía dando vueltas para encontrar su camino. Ya habían pasado un par de días y no lograba encontrar a sus compañeros. Romero era un coyote muy hábil, capaz, ágil y astuto, pero se distraía con facilidad y esto muchas veces le jugaba en su contra. Para su especie no era realmente un problema estar solo, ya que tenía muy buenas habilidades para cazar y sobrevivir. Sin embargo, había algo que sí era un problema para él: las tormentas. Le aturdían, por eso su manada sabía cómo ayudarle en los momentos de parálisis. En una de las trescientas cincuenta mil vueltas que ya había dado, la cola esponjosa de Romero se quedó enredada en un arbusto. Mientras intentaba soltarla, escuchó el agudo aleteo de algo que venía con mucha velocidad hacia el árbol. Sigiloso y escondido, se quedó atento. Ahí venía Pinina, emocionada y veloz, a caer en plancha sobre la cantidad de flores que había en el árbol. Entusiasmada, pero a la vez hambrienta, pues llevaba muchos días con muy poco alimento, pasaba de flor en flor saciándose con todas el pólen del lugar. Romero, siempre observador, notó como Pinina se movía con una velocidad increíble. Sus colores, aunque apagados, aún mostraban destellos de lo que alguna vez fue un colibrí vibrante. "Interesante", pensó, "me pregunto qué está buscando en este lado del bosque". Ella ni se percató que él estaba allí en su desesperación por comer. Cansada, cayó la noche. Pinina finalmente entró en estado de torpor. Sabía que necesitaba reservarse para el siguiente viaje, por ello quedó dormida en una rama muy cerca del suelo, colgando. Romero, que había estado todo el tiempo sigiloso, la observaba maravillado, pero al ver que Pinina caía de un momento a otro, se asustó y la movió con su pata. —¡Oh, por Dios! Este colibrí acaba de morir —pensó—. ¡Seguro se indigestó con la cantidad de flores que comió! Amorosamente, la bajó del árbol y, en muestra de compasión y respeto, la enrolló en su cola para buscar cómo sepultarla. Al día siguiente, Pinina se levantó de su estado de torpor, lejos de imaginar que amanecería en una zona acolchada y peluda. De inmediato entró en estado de shock y voló a la punta del árbol más cercano para buscar protegerse. —¿Qué intentas hacer? ¿Te estabas alistando para comerme? —dijo casi sin aliento. Romero abrió los ojos soprendido, pero a la vez incómodo. —¿Yo? No, no, simplemente intenté ayudarte porque pensé que habías muerto. —¿Muerto? —respondió Pinina indignada (en su enojo se escondía el terror que le producía la situación)—. ¿Acaso no sabes que los colibríes dormimos en un fuerte letargo para recuperar energía? Romero le respondió en tono conciliador: —Discúlpame, colibrí. Solo intentaba proteger tu frágil y pequeño cuerpo. Pinina lo miró desconfiada, sin embargo, algo en ella le dijo que el coyote decía la verdad. No parecía ser un animal agresivo, por el contrario, se veía amigable. Sin embargo, no podía dejar de desconfiar, nunca había aprendido a hacerlo. En ese momento, Pinina alzó vuelo en búsqueda de la siguiente tanda de alimento. Romero la siguió cuidadosamente durante su camino. Pinina encontró una zona con muy poco alimento, frustrada siguió su camino sin saber que Romero iba tras ella. En un momento encontró una zona con pocas flores, pero decidió quedarse allí porque ya estaba muy cansada. Consumió el poco alimento que encontró y de nuevo entró en torpor. Romero observó que a Pinina necesitaba las flores. Durante el camino, había encontrado una zona con muchos árboles que quizá en su afán ella nunca percibió. Así que, con precisión, comenzó a recoger una muestra de las más brillantes para llevarlas y acomodarlas cerca de ella. Al pasar las horas, finalmente Pinina despertó y, sorprendida, miró para todos lados. Se dio cuenta de que Romero, paciente, se encontraba allí mirándola fijamente. Ella, desconcertada, le preguntó: —¿De dónde has sacado estas flores? Él, animado, le dijo: —He estado observándote y veo que necesitas de las flores, por eso te traje muchas para cuando despertaras. Ella, aún muy confundida, le preguntó de nuevo: —¿Me puedes llevar a donde conseguiste estas flores? Él de inmediato la invitó a que lo siguiera. Pinina se quedó asombrada al ver la cantidad de árboles con todo tipo de flores y colores. De la emoción, olvidó a Romero. Una noche, mientras Pinina estaba en uno de los árboles levantándose de su estado de torpor, comenzaron a caer unas gotas y el olor a humedad era perceptible, que de a poco se volvieron más grandes. Romero, enrollado en su cola, también fue despertado por una de las gotas que cayó en su ojo. Al ver que cada vez se volvían más grandes, y a pesar de su fortaleza, Romero comenzó a sentir el peso de la tormenta. Su pelaje se empapaba rápidamente y el sonido de los truenos le revolvía el estómago. Era uno de los pocos momentos en que su confianza tambaleaba. Pinina notó la angustia en los ojos de Romero. El coyote, siempre tan firme, ahora parecía pequeño bajo la tormenta. Recordando su bondad al protegerla aquella noche, no dudó ni un segundo: alzó el vuelo con toda su energía para encontrar un refugio seguro. Rápidamente volvió a la zona colorida, pero ya no vio a Romero. Buscándolo intensamente lo encontró escondido a la sombra de un árbol. —Confía en mí, te llevaré a un lugar seguro, le dice. Él con miedo en los ojos, levantó la cabeza y decidió seguirla. A medida que los rayos caían, sentía cómo su corazón se aceleraba . Pinina volaba con rapidez, y Romero confiado corría a su lado, esquivando los rayos , con nervios tropezaba de vez en cuando. Finalmente llegaron al refugio. Empapados y exhaustos, se miraron en silencio, sabiendo que habían encontrado en el otro la fuerza para afrontar cualquier desafío. Al día siguiente Pinina le hace una propuesta a Romero: —He pensado en todo lo que ha pasado estos últimos días y he tomado una gran decisión: —¿En serio? —preguntó Romero, curioso. —¡Te enseñaré a volar! Romero se quedó en silencio, un poco asombrado, Le dijo: —¿A volar? —¡Sí! —le respondió ella entusiasmada—. Si aprendes a volar, podrás encontrar rápidamente un refugio durante las tormentas que te paralizan y así podrás estar más tranquilo en el bosque. Romero, siempre realista, sabía que volar no era su don. —No tengo alas —decía entre risas—, pero si tú crees que puedo aprender, lo intentaré. Así comenzó la primera lección de vuelo. Romero corría, saltaba y agitaba las patas, pero siempre caía. Una y otra vez, Pinina intentaba explicar, pero ambos reían juntos . Aún después de las caídas en las hojas que Pinina ponía para amortiguar los golpes, lo seguían intentando y disfrutaban de su mutua compañía. —Vamos, Romero, solo tienes que agitar las patas como yo —decía Pinina, volando en círculos a su alrededor. Romero corría y saltaba por el esfuerzo, jadeando. —Pero mis patas no... ¡no funcionan así! —dijo riendo. Sin mucho éxito, cansados, Romero le sugirió que intentara con la siguiente lección: aprender a caminar. Su intención era que ella pudiera sentir la conexión con la tierra firme, y aunque no comprendía muy bien, dudosa aceptó el reto. Lo intentaron una y otra vez al igual que la lección de vuelo, sin embargo, por más que probaba poner sus patas frágiles en el suelo, solo podía pasar de un árbol a otro volando y posándolas delicadamente. Definitivamente no funciona- pensaron los dos. Agotados y hambrientos , después de muchas horas, decidieron ir en búsqueda de comida , Pinina seguía tomando el polen de las flores y algunos insectos que se cruzaban en el camino. Por su lado Romero cazaba insectos más grandes y se saciaba con frutillas que encontraba en el camino. Pronto Pinina y Romero comenzaron a comprender la verdadera lección; sus propios talentos los hacían especies únicas y cada uno de ellos era un valioso aporte al equipo, entendieron que sus fortalezas individuales eran el motor y la ayuda en los momentos de debilidad del otro. Incluso Pinina sintió que el encuentro con Romero podría ser su primera oportunidad de experimentar lo que es confiar en alguien más. Pinina todos días volaba más alto ,sus colores volvieron a brillar con la energía recuperada, con su agilidad y ligereza se adelantaba indicando el camino desde el aire y avisaba con anticipación la llegada de las tormentas, mientras, Romero corría con firmeza, sabiendo que sus patas estaban hechas para la tierra, identificaba desde el suelo las ventajas o peligros que ella no podía ver, teniendo la certeza que podía sentirse tranquilo cuando viniera la tormenta, claro, a veces se distraía en el camino pero Pinina siempre estaba ahí como una brújula recordándole su dirección. Y así , bajo el cielo lleno de tormentas , naturalmente se fue desarrollando esta historia. El colibrí y el coyote aprendieron que , aún cuando el cielo sopla fuerte , siempre pueden encontrar refugio en la fuerza del otro, recordándonos que estar solos está bien, pero DOS SIEMPRE SERÁN MEJOR QUE UNO. Capítulo I : La fuerza & El amor : Pinina & Romero se encuentran con el alma del bosque , La Fuerza Suprema que ayudará a Pinina a sanar Capítulo II Botánica: La fuerza suprema del bosque comienza a sanar y a reconstruir el corazón de Pinina.

Dos somos mejor que uno 

Esta historia fue inspirada en el corazón de Lorenza Forero Arango , las ideas maravillosas del universo y mente de Vladimir Medina Maussa . Representa la construcción y el ADN de el propósito de este proyecto. Esta prohibido su uso y divulgación sin autorización de la autora en cualquiera de sus formas : texto, imagen , video, etc.                                                    TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS A LA MARCA PININA & ROMERO.

This story was inspired by the heart of Lorenza Forero Arango and the wonderful ideas from the universe and mind of Vladimir Medina Maussa. It represents the foundation and DNA of this project's purpose. Its use and disclosure in any form—text, image, video, etc.—is strictly prohibited without the author’s authorization.                                                            ALL RIGHTS RESERVED TO THE BRAND PININA & ROMERO.

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